sábado, 21 de agosto de 2010

Revolución u holocausto

La humanidad se encamina irremediablemente al holocausto en este siglo si no logra reducir sustancialmente las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera que generan el recalentamiento de la Tierra, cuyas trágicas consecuencias se harán sentir cuando menos por un milenio. Es la conclusión que saco del informe, calificado de "conservador" por varios de sus autores, dado a conocer en París por 500 científicos reunidos por el Grupo Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático, creado en 1988 por la ONU y la Organización Meteorológica Mundial.
De los gases contaminantes, el principal es el dióxido de carbono (CO2), debido a la combustión de petróleo, carbón y gas. El llamado "efecto invernadero" estabiliza la temperatura media de la Tierra cuando la atmósfera evita la fuga inmediata de energía que nuestro planeta recibe del Sol. Sin embargo, a partir de la revolución industrial se generalizó la quema de combustibles fósiles, que en los últimos 50 años ha aumentado sin detener la concentración de gases contaminantes en la atmósfera, lo que frena el retorno de la energía al espacio y provoca el aumento progresivo de la temperatura media. Según el informe, en la actualidad la concentración de CO2 es de 380 partes por millón en comparación con los 270 registrados en 1750.
La temperatura media del globo, de acuerdo con los científicos, puede llegar a aumentar entre 1.8 y 4 grados durante el siglo XXI, pero varios insisten en la posibilidad de una elevación hasta de 6 grados a fin de la centuria, lo cual llevaría a la virtual desaparición de la especie humana. El panel asegura que las actuales concentraciones de CO2 son las mayores en los últimos 650 mil años y que existe 90 por ciento de probabilidades de que el ser humano sea responsable de esta elevación y del recalentamiento global. El nivel del mar ha subido 17 centímetros y llegará a 58 en este siglo. Desaparecerán pequeñas islas e inundarán todas las zonas costeras y naciones enteras como Bangladesh a consecuencia del derretimiento de los glaciares, de los polos y, en general, de las nieves "perpetuas". Se vaticina un incremento dramático de la intensidad y la frecuencia de los huracanes, prolongadas sequías, olas de calor sin precedentes y escasez de agua para 3 mil millones de personas, la mitad del género humano. Los países más afectados serán las subdesarrollados. En Africa del sudeste el desierto de Kalahari invadirá extensas áreas hoy fértiles y al norte colapsará el sistema hidráulico del delta del Nilo. Desaparecerán los glaciares andinos y con ellos la fuente de agua para decenas de millones. No escaparán Europa ni Estados Unidos, que verán desertificadas grandes extensiones hoy fértiles. Más de 200 millones de personas huirán de sus zonas de residencia y se convertirán en "refugiados del clima", una cifra superior a los desplazados por las guerras.
Hasta el neoliberal Banco Mundial, que antes lo negó, hoy acepta que "la cantidad y ampliación de las catástrofes naturales relacionadas con el clima" aumentaron de 100 a 400 en los últimos 30 años y calcula en 30 mil millones de dólares las pérdidas sufridas anualmente debido a esta causa por los países subdesarrollados. Por su parte, el no menos neoliberal Nicholas Stern, consejero económico del gobierno británico, declara que "el cambio climático es el fracaso más grande del mercado (léase del capitalismo) que el mundo haya conocido".
Lo que no proponen el Banco Mundial ni Stern, ni muchos otros representantes del sistema que reconocen la existencia del problema, es una alternativa al modo de producción capitalista, su único causante. Estados Unidos, negado a ratificar el Protocolo de Kyoto, una modestísima reducción del CO2 hasta 2012, emite la cuarta parte de los contaminantes con 5 por ciento de la población mundial.
La única salvación para el género humano sería sustituir el suicida modelo de producción y consumo vigente por uno que reparta equitativamente la riqueza, elimine lo superfluo y nos reconcilie con la naturaleza, dedicar a la investigación de combustibles no dañinos y a la ayuda a los países pobres los astronómicos gastos militares que hoy se emplean en agredirlos. Lograrlo sólo es posible si se eliminan la propiedad privada y la ganancia como bases fundamentales del actual orden social y se adopta la planificación democrática de la economía. Revolución social o perecer.
jueves 8 de febrero de 2007Opinión → Revolución u holocausto. la Jornada

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